Muerdealmas by Santiago Álvarez

Muerdealmas by Santiago Álvarez

autor:Santiago Álvarez [Álvarez, Santiago]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2022-03-01T00:00:00+00:00


25

* * *

Cierra la pequeña habitación y coloca una silla en ángulo contra el pomo de la puerta: la intimidad es uno de esos lujos que los Osset apenas pueden permitirse. Siente algo parecido al nerviosismo. Abre el armario, cuya portezuela tiene en su cara interna los restos de un espejo alargado, si bien una grieta lo recorre dejando a su paso aristas y nidos de lascas. Su superficie presenta zonas moteadas por el tiempo, pero permite adivinar el color de una prenda o comprobar si un anorak está abrochado. No son necesarios más lujos en Muerdealmas.

Y, sin embargo, Ventisca duda. Se quita la camisa pasándosela sobre la cabeza sin desabotonarla, suelta la hebilla del pantalón de trabajo, baja la cremallera. Vuelve la cabeza hacia la puerta sin motivo aparente. Se abre un poco el pantalón hasta mostrar el triángulo de su ropa interior barata, coronada por un ribete que le parece cursi e innecesario. Agradece no ver su rostro en el espejo, pues la desgarrada superficie solo refleja desde sus hombros hasta las rodillas.

Qué misterio, se dice. Ella estaba resignada a ser una mujer seca toda su vida, y ahora esto. Nunca fue como las demás mujeres de la aldea; no por ser la hermana de Ibón e hija del jefe; no por ser la mujer más fuerte que ninguno hubiera visto, la única capaz de afrontar la aspereza de la vida como uno más. Lo que la hacía diferente era que ella jamás podría concebir. El germen de la sangre había pasado de largo ante su cuerpo. Se había convertido en una mujer seca. Así que tuvo que afrontar la vida como otro hombre tras perder la función asignada a las hembras de la aldea. ¿Quién querría casarse con una mujer seca? Y ahora esto. Dentro de ella, algo le grita que toda su vida hasta este momento ha sido inútil, que solo prevalecerá lo que haga a partir de ahora. ¿Cuál es mi papel? Se siente prescindible y absurda, como el encaje que ribetea esas bragas compradas en algún mercado de ocasión, amontonadas sobre un mostrador a la intemperie.

Coloca la palma de la mano sobre su ombligo desnudo y la desliza hacia abajo con un movimiento intencionado. Cuántas veces ha realizado ese gesto, un placer íntimo que aleja a empujones la tensión de este entorno rocoso. Ahora ese gesto tiene un significado muy diferente. Bajo su mano, entre los pliegues más íntimos se agita el secreto de la vida en la primera batalla de su existencia. Qué misterio, se dice Ventisca, y contempla de nuevo su cuerpo en el espejo lleno de aristas que se cae a pedazos. A lo mejor la vida es esto, se dice otra vez, un intento continuo de escapar de la muerte. Un intento condenado al fracaso en el que, sin embargo, persistimos.

En adelante deberá esforzarse por disimular los síntomas de su embarazo. Todavía nadie la ha visto vomitar por las mañanas junto al establo derruido, sus urgencias por orinar aún no han llamado la atención.



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